Donde dije digo……

Seguro que os ha pasado alguna vez que, por la razón que sea os habéis encontrado despreciando alguna serie alabadísima sin haberla explorado con la suficiente exhaustividad. Este hecho suele ocurrir por dos cuestiones fundamentales. La primera (la más lógica) se produce por falta de rigor, como consecuencia directa de una carencia de interés evidente. La segunda (la más común), simplemente suele deberse a una conexión que nunca llega a producirse en el espacio-tiempo correcto. En cualquiera de los dos casos el resultado siempre suele ser el mismo, la serie y tú os encontráis en los lugares más alejados del universo seriéfilo sin saber muy bien como habéis llegado a tal extremo. En la mayoría de los casos este hecho no tiene excesiva importancia y podemos seguir adelante con nuestras series de cabecera sin que nada nos perturbe en exceso. Pero algunas veces, no demasiadas, el germen de la curiosidad se instala en nuestra cabeza con tal fuerza que nos obliga a buscar con desesperación “ese algo” que otros han hallado en ella y tú no logras comprender qué es. Si no lo atrapas nunca no pasa nada, se envidia la suerte de otros, y se pasa página (con algo de resquemor) pero siempre con la placidez del intento malogrado pero inequívocamente exhaustivo y riguroso. Pero cuando después de intentarlo con ganas se produce por fin la magia y lo encuentras, es como descubrir un secreto muy bien escondido, y das gracias al dios de las series por abrirte los ojos ante tal o cual maravilla seriéfila. Este post nace desde la necesidad de hacer justicia con dos de las series que más he maltratado en el pasado: Doctor Who y Mujeres Desesperadas. Ambas se encuentran perfectamente ubicadas dentro de la situación descrita en el párrafo anterior, y con ellas puedo decir con total convicción, que donde dije digo, digo diego. Veamos cómo, cuándo y por qué llegaron al interior de tal frase……

Mujeres Desesperadas se estrenó en 2004. Yo por entonces me definía más como cinéfilo que como seriéfilo, e Internet todavía no se había convertido en esa máquina trasportadora de series que es hoy en día, encontrándome lejos de los éxitos americanos del momento. Cuando por fin llegó a España, mi interés por ella creció paulatinamente a medida que cosechaba piropos y Emmys, y por fin en varias ocasiones me decidí a ver algún que otro capítulo suelto en busca de lo que para mí era una escondida grandeza inexistente. Varios de mis amigos no hacían más que encumbrarla desaforadamente y quizás por eso y por mi obcecada cabezonería “tauriana” no fui capaz de ver más allá de algún que otro chispeante dialogo y una evidente originalidad que al final no me parecía para tanto. Por ello tras un acercamiento fugaz, la serie siguió su camino, yo por el mío y todos en paz. Pero lo cierto es que esa misma cabezonería de la que os he hablado anteriormente hizo que no me diera por vencido, dejándola aparcada (siempre a tiro) hasta que sin previo aviso me topé de narices con ella gracias a la 2 de televisión española. Sin apenas quererlo, o lo que es lo mismo, sin poner nada de mi parte, fueron cayendo un episodio tras otro acrecentando poco a poco mi interés con cada nuevo visionado. Llegado a un punto asumí que la serie me estaba gustando y decidí comenzarla desde el principio con la tranquilidad y atención que creo se estaba mereciendo. Su piloto me entusiasmó, y los siguientes capítulos hicieron el resto. Ahora y de momento, sólo puedo decir que se ha convertido en una de las series que más espero cada día. Evidentemente donde dije digo…….

Es un hecho que media blogosfera adora al Doctor Who. Blogueros a los que respeto y sigo con total asiduidad se han encargado una y otra vez de resaltar las cualidades de una serie que por otro lado nunca me había hecho el menor tilín. La primera vez que me acerqué a ella con más o menos interés fue hace un año con el primer episodio de la primera temporada de su última etapa. Tras esa primera experiencia mi decepción fue total. Creo que no llegué a terminar siquiera el capítulo en cuestión, olvidándome por completo de la idea de intentarlo de nuevo. Sin embargo hace unos meses parece que todos los blogueros de este lado del Mississippi se pusieron de acuerdo para buscarme las cosquillas, y sus estupendos post volvieron a estimular mi curiosidad provocando con ello que me embarcara de nuevo en el proyecto de redescubrir la serie. En esta ocasión comencé por el especial de navidad de la segunda temporada pero pronto volví a darme de bruces con las mismas nefastas consecuencias de siempre. La cutre producción y el tono infantil volvían a ganarme la partida, y tras ese segundo fracaso dejé por imposible el reto de engancharme a una serie que parecía siempre escapárseme de entre los dedos.

Finalmente todo cambió a raíz de un comentario de Germán en el último post-meme publicado en el blog (mis más sinceras y sentidas gracias). En él se me incitaba a comenzar por un episodio en concreto (3x10, Parpadear) asegurándome que éste contenía la mayoría de virtudes de la serie, suficientes para sembrar con ello el muy posible germen que yo tanto necesitaba. Dicho y hecho. El capítulo en cuestión me fascinó por completo por su espontanea originalidad hasta tal punto que decidí intentar de nuevo un tercer asalto a Doctor Who. En esta ocasión me decidí por comenzar por el 3x00, (novia a la fuga). Era obvio que algo había cambiado en mí. A pesar de sus evidentes limitaciones ahora puedo decir que soy capaz de apreciar todo su excitante encanto logrando con ello alcanzar (de momento) un muy interesante nivel de adicción que promete ir en aumento según me vaya acomodando a sus defectos.

¡Querido Doctor! ¡Creo este es el inicio de una gran amistad! Como veis, donde dije digo ahora vuelvo a decir Diego.