miércoles, 14 de abril de 2010

True Blood. Fantasía, sangre, lujuria, humor y amor vampírico.

True Blood me gusta mucho. Prefiero dejarlo bien claro desde el principio para que quien quiera bajarse de este post lo pueda hacer desde ya mismo. Termino de visionar su desparramante y muy excitante segunda temporada y mi cabeza aún deambula desconcertada (zarandeada por las imágenes) en busca de pastos tranquilos donde reposar todo lo visto, y así poder recolocar ese autentico vendaval de momentos “sangrisexuales” que aún recorren las venas de mis aturdidas neuronas. Y es que True Blood no solo se visiona, también se puede llegar a oler, masticar y hasta saborear porque Alan Ball nos ha regalado de nuevo un producto que va más allá de lo que parece a simple vista. Ese es su don y nosotros solo tenemos que ser capaces de leer entre líneas y disfrutarlo como lo que realmente es. En este caso un cuento de fantasía, sangre, lujuria, humor y amor vampírico que no se toma demasiado en serio a sí mismo, pero que no por ello deja de ser todo un excitante viaje lleno de vida (y muerte) capaz de lanzar tus sentidos hasta límites insospechados de adrenalina y embriaguez televisiva. Después de dos grandiosas temporadas imperfectas ya puedo decir con autentica convicción que True Blood corre por mis venas de seriéfilo sintiéndola más fresca e intensa que nunca. Si queréis saber el por qué de mi devoción por la serie solo tenéis que seguir leyendo más allá de los puntos suspensivos……
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Cuando salió la noticia de que Alan Ball se había puesto al frente de una historia de vampiros con la misma cadena que le vio triunfar con su anterior trabajo mi excitación e interés se disparó por completo. Siendo gran fan del genero vampírico, del creador de “A dos metros bajo tierra”, y de la cadena HBO (como podréis imaginaros) mis expectativas ante tal nuevo proyecto se dispararon hacia el infinito sin poder ni querer evitarlo. Después de los primeros episodios de la serie y de algún que otro ajuste coyuntural y emocional por mi parte ya me sentía completamente cómodo y preparado para disfrutar de cualquiera de sus ocurrencias y/o situaciones por muy osadas y extremas que pudieran llegar a ser éstas. Durante el tramo intermedio disfruté como un auténtico enano (por cierto no sé por qué los enanos tienen que disfrutar más que nosotros) y al terminar la primera temporada ya lo tenía claro: me había convertido en un absoluto fan de la serie.

Con la segunda temporada llegaron las primeras dudas. A pesar de ir preparado para cualquier tipo de desvarío argumental mi mente sufrió pequeñas turbulencias de decepción debido a una pequeña falta de ritmo que se subsanó rápidamente con tres o cuatro pinceladas de buen saber hacer tanto visual como narrativo. Después de este inequívoco traspié la serie volvió a cobrar vida de nuevo creciendo en intensidad y fascinación, y de la mitad al final todo se convirtió en una endiablada y satisfactoria orgía de imágenes y situaciones que hicieron de un servidor el más feliz de los teleadictos. Creo que mis ojos se oscurecieron por completo y llegué hasta a entrar en trance en algún que otro momento de la serie víctima de los hechizos de una Maryann rematadamente sensual e hipnotizadora. Este segundo relato había sido toda una prueba de fuego para los televidentes, un salto mortal sin red y sin el más mínimo sentido del pudor que premiaba a los fans más pacientes e inquietos con un delicioso bocado de ficción evidentemente no apto para determinados paladares y mentes. Por suerte yo estaba entre estos últimos y sin a penas sufrir rasguño alguno de confianza hacia una serie que aún mantenía intacta toda su exuberante esencia cautivadora.

Y finalmente os diré por qué me gusta tanto la serie. Me gusta True Blood por su despiadada y fascinante intro acompañada de una canción que te incita a hacer esas cosas malas que son tan divertidas. Me gusta True Blood porque sus vampiros son tan de verdad y tan de mentira que te asustan y te hacen reír a partes iguales sin que apenas puedas encontrar la línea divisoria entre esas dos dualidades. Me gusta True Blood porque sus imágenes perturban y cautivan con una sencillez digna de la mejor escuela de serie “B” junto a una producción grandiosa y detallista a la altura de las mejores series de la cadena en que se emite. Me gusta True Blood porque sus tramas no se ponen barreras ni se auto censuran, y siempre están dispuestas a ofrecerte ese algo más extraño y disparatado que siempre es necesario para llevarte a ese lugar diferente de la ficción donde todo puede pasar. Me gusta True Blood porque siempre quiero más y nunca pido menos de lo que me da, y sobre todo porque no hay otra serie capaz de ofrecerte algo similar sin caer en el más absoluto de los ridículos. Me gusta por Sookie y a pesar de ella en algunas ocasiones. Por la entereza y valentía de Bill y a pesar de su maquillaje imperfecto y su excesiva inclinación a controlarlo todo. Por un ser tan natural y sobrenatural como Sam y a pesar de su constante inconformismo. Por Tara, por Eric, por Jessica y sobre todo por Lafayette, y a pesar de Andy (y en algunas ocasiones Jason) que a veces transitan por la serie como pollos sin cabeza.

En definitiva, True Blood es una gran serie siempre que se mire como una lujosa y despampanante gran broma televisiva, un cuento de sexo y sangre adornado con unas luces de neón que pueden llegar a deslumbrar a más de uno si no se dispone de los ojos adecuados para dicho visionado.

Os dejo con una de sus últimas y más originales promos. ¡Ya queda menos para la tercera!

8 comentarios:

  1. Yosonico: Gracias, me alegro de que te haya gustado.

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  2. a mi tambien me costó un poquito adaptarme en los primeros capítulos pero cuando aceptas lo que te va a venir se disfruta muchísimo, eso sí el final de la segunda temporada no me gustó nada así como algunas partes de esa misma temporada, aun así tengo ansías de que regrese

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  3. Alejandro A: A mi si me gustó el final especialmente todo lo último de Maryann (me encanta ese personaje). Es verdad que tiene tramos irregulares, después de todo lo ocurrido con los soldados del sol algunos personajes pierden un poco el norte.

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  4. A mí lo que no acabó de convencerme fue la estructura de la temporada. Hubo dos tramas totalmente diferenciadas, y cuando solucionaron una, me dio la sensación de que la otra se quedaba un poco coja (no es que no me gustara, porque la trama de Maryann (grande el personaje y enorme Michelle Forbes, por cierto) sí que me gustó, pero me dejó una sensación extraña, como que le faltaba algo).

    De todos modos, la serie me sigue pareciendo estupenda. Tiene un toque esperpéntico (en el sentido más Valle-Inclaniano (?) de la palabra) que a mí me encanta.

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  5. Mina Harker: Si que es verdad que la trama de Maryann quizá esté un poco alargada para que coincida con el final de la temporada y de ahí el desajuste estructural. ¿Demasiadas orgias para 12 episodios? Por mi parte encantado. Me da que valle-Inclán estaría un poco escandalizado con la serie.

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  6. buf, no puedo esperar para ver la tercera temporada!!!!!

    Desde luego lo de Mariann es un desfase total, tanta orgía y todo eso, a mi me ponía nerviosa ver que la tía hacía lo que le daba la gana y a nadie le importaba una mierda xD

    No sé qué tendrá esta serie, pero desde que conozco la historia no hay manera de que no piense si alguien me estará leyendo el pensamiento por ahí jejejeje

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  7. Therwis: Ya queda menos para saber que le ha pasado a Bill. Lo cierto es que si no fuera por el lado chungo, tampoco estaban tan mal las fiesta que se montaba Maryann jaja.

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