jueves, 1 de abril de 2010

Nip/Tuck. Fábrica de sueños de silicona.

Hace unas pocas semanas, después de siete temporadas y ya con cien capítulos a su espalda finalizó la serie Nip/Tuck. Más o menos por esas fechas me decidí a comenzar ese largo (y según dicen, muchas veces desesperante) viaje, después de quedar gratamente seducido por su autor (Ryan Murphy), tras disfrutar de esa mirada cínica y esos diálogos punzantes de los que hace gala su último éxito llamado Glee. Ya de antemano había hecho los deberes e iba bien informado (y sobre todo preparado) para un recorrido argumental de lo más movidito (por decir algo), en el cual me prevenían de una narración llena de piruetas y saltos mortales, y de personajes cuyos impulsos motivacionales muchas veces resaltaban como mínimo anárquicos e impredecibles. En esta primera temporada no ha llegado la sangre al rio (argumentalmente hablando), pero si se han podido atisbar los primeros signos de desvarío que me dejan al borde de ese precipicio que es su segundo relato con la sensación de no saber muy bien si aventurarme o no en semejante tinglado. Y es que la gran duda surge porque después de todo ese mareo emocional en el que han participado la mayoría de sus personajes y situaciones, uno se da cuenta de que también hay innumerables posos de inteligencia y perspicacia a los que poder agarrase en los visionados de futuras temporadas. Mejor me dejo de conjeturas y vamos directos al grano……

Lo cierto es que el piloto me cautivó por completo. En él descubrí todo un universo de muñecas de silicona desesperadas por parecerse a la imagen distorsionada que proyectan de sí mismas. A dos cirujanos plásticos con carisma, antagónicos pero inteligentemente bien complementados que no son capaces de encontrar la felicidad perdidos entre tanta artificialidad. Y sobre todo un argumento que aunque siempre esté al borde de lo imposible navegando constantemente sobre aguas turbulentas (especialmente con ese final tan improbable), también tiene el sabor del mejor humor (aunque éste sea muy sutil), el melodrama más sarcástico (como en el encoñamiento de Troy con la mujer de su amigo), y ese tipo de thriller áspero pero intenso que tantas veces se agradece en este tipo de dramas un tanto psicodélicos. En definitiva, un arranque luminoso y lleno de futuro que me haría disfrutar de una buena historia armada con múltiples capas de interesantes y diferentes lecturas.

Los siguientes episodios seguían manteniendo el tipo gracias a una exuberante pero morbosa puesta en escena (de esas que te alegran la vista y las vísceras de una manera totalmente superficial pero satisfactoria), a un Christian Troy magníficamente perverso pero igualmente humano y divertido, y a unos guiones que todavía conservaban toda su vitalidad sin más ambiciones que las de dar al espectador un buen entretenimiento, con pequeñas dosis encubiertas de fina crítica deconstructiva y una evidente mala leche antisocial remasterizada y reciclada en papel luminoso. La narración no deslumbraba pero iba por el camino adecuado (sexo+cinismo+drama familiar) y sus personajes resultaban lo suficientemente atractivos (menos la mujer de Sean, que no pude con ella en ningún momento) como para que sus autodestructivas vidas te importasen más allá de una simple curiosidad maliciosa.

Sin embargo a raíz de algún que otro giro argumental digamos como poco cuestionable, la trama comienza a espesase paulatinamente decantándose hacia el culebrón más obvio y desorbitado, dejando la ironía y la divertida ligereza de sus inicios a un lado para aventurarse cada vez más en el melodrama más tortuoso y megalomaníaco posible. La historia de amor y desamor de Sean y su mujer cae en lo aburrido por lo repetitivo y en lo emocionalmente cargante por una ausencia de delicadeza evidente, y la recientemente descubierta paternidad de Troy acaba despojando al personaje de toda su encantadora ironía y por consecuencia de su atractiva misógina (entiéndame bien). De esta manera el personaje termina siendo un títere al servicio de una trama que no le favorece en absoluto, y que tendrá un final tan desconcertante que todavía a día de hoy no he sido capaz de averiguar si me ha gustado o por el contrario me ha parecido un absoluto despropósito.

A pesar de todo esto y precisamente por todo lo que he dicho, la sensación final que me ha quedado ha sido tan gratificante como igualmente insatisfactoria y anodina, ¡vamos, que estoy hecho un lío! Me atrae su desconcierto y su arriesgada ida de pinza tanto como me repele y/o me aburre soberanamente. Así que lo único que puedo hacer es prepararme su siguiente episodio, darle al play y ver qué pasa. En cualquiera de los casos que se puedan dar prometo contaros que tal me ha ido con esta serie tan condenadamente inclasificable.

3 comentarios:

  1. has descrito muy bien lo que pienso de la serie, pues con Nip/Tuck es así, por momentos se asoma como una serie increíblemente inteligente y por otros como el peor culebrón latinoamericano, yo la verdad no sé como sobreviví a la tercera temporada (aunque tuvo sus altas eso sí) pero aun así volveré para la cuarta aunque no sé si aguante

    por cierto, ya la terminaste?

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  2. Alejandro A: No me importa tanto que se vuelva irreverente o incluso soez, Tampoco me le hago ascos a cierto desvarío argumental. Lo que no soporto es el aburrimiento que me producen sus tramas "culebrescas". Terminé la primera temporada y ahora (no sé si pronto o más tarde) empezaré con la segunda.

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  3. A mi me encantaba esta seria de fábrica de silicona!! me lo pasaba muy bien viendo los capítulos!

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