Hace escasos minutos acabo de terminar con la segunda temporada de Friday Night Lights. Mi mente se ha quedado con esa sensación que deben de tener los jugadores cuando terminan un partido, y solitarios deambulan por el césped vacío, intentando desprenderse lentamente de todos esas intensas emociones que aun permanecen dentro de ellos. Mentalmente intentan analizar sus aciertos y errores como si con ello pudiesen de alguna forma alterar el devenir de los acontecimientos pasados y futuros. O también puede me equivoque y quizá solo sea que la soledad de ese momento les sirve para reconfortarlos después de haber vivido toda una gran experiencia deportiva. Sea cual sea el caso, a lo que voy es que así es precisamente como me siento en estos momentos después de haber vivido este segundo encuentro con los habitantes de Dillon. Permitirme unos breves instantes de reflexión y auto análisis. Ahora mismo estoy con vosotros......
¡Spoilers!
Desaciertos
En realidad no hemos disfrutado de una gran temporada de Friday Night Lights, ni mucho menos. Su irregularidad fue la tónica predominante, y sus vaivenes narrativos contribuyeron de manera notoria a un evidente desequilibrio que por suerte nunca llegó a desajustarse del todo. Sus primeros capítulos fueron bastante cansinos y perezosos. El calor del verano no le sentó nada bien a una historia acostumbrada a moverse a toda velocidad por situaciones más complejas y comprometidas. Esta solo nos acabó dejando unos cuantos desamores caprichosos y superficiales (de ida y vuelta) con los cuales entretenernos hasta que comenzase otra vez la nueva temporada deportiva. Además la serie se metía en camisas de once varas, con una nueva trama de asesinato, que para colmo desencadenaría en una de las relaciones amorosas (Tyra-Landry) más forzadas e imposibles que hemos vivido en esta larga travesía Tejana. Solo la maestría de siempre y el buen hacer de los guionistas consiguió finalmente que dicha relación no pareciera una autentica pantomima, e incluso llegado a un punto hasta pudimos disfrutar de la felicidad de un Landry que mucho me temo estará destinada al fracaso (o al menos eso parece argumentalmente hablando).
Esta temporada fue menos deportiva de lo habitual, y aunque no he echado de menos los partidos de fútbol, los cuales me resultaron casi siempre un poco auto indulgentes y previsibles, sí sus repercusiones narrativas. Con esta desacertada y casi seguro premeditada decisión, la serie acabó perdiendo un poco de identidad y frescura. Por otro lado, Matt Saracen (uno de mis personajes favoritos) fue reducido en esta ocasión a una simple y efímera relación amorosa, y William Smash también perdió protagonismo enjaulado en su propia vanidad, alimentado tan solo por una trama de tintes racistas que resultó quizás algo repetitiva. Para terminar con esta retahíla de desaciertos no podría dejar de lado a una Lyla Garrity más desajustada e insulsa que nunca. Los guionistas no supieron muy bien que hacer con su personaje, y no se les ocurrió otra cosa que dotarla con unas motivaciones cristianas de una lamentable y dudosa credibilidad.
Virtudes
Aunque después de lo escrito arriba parezca que no me haya gustado esta segunda temporada, en realidad no ha sido así. Friday Night Lights siempre se las ingenia para llegarte más adentro de lo que podrías esperar en un principio. De manera sutil y brillante logra llegar al corazón de sus personajes, consiguiendo que estos nos importen por muy banales y anodinas que nos parezcan sus vidas. Tim Riggins es un claro ejemplo de esto que digo. Por muy “niñato” y superficial que nos parezca su personaje, también podemos ver a un joven perdido y desorientado incapaz de resolver sus propias incógnitas existenciales. Aunque Matt Saracen apenas tenga peso en esta temporada, nos enamoramos con él, y sentimos su perdida como si fuera propia. Puede que en esta temporada no hayamos visto la mejor versión de Smash, pero su frustración final aunque podamos relativizarla desde nuestra lejana perspectiva, nos resulta tan trágica y dolorosa como él la experimenta, porque sus deseos rotos ya forman parte de nosotros mismos. Tampoco sé que le deparará el futuro a Jason Street y su futura paternidad, pero le deseo lo mejor de todo corazón, porque ya hemos vivido con él toda una vida quebrada de ilusiones perdidas.
Esta temporada también nos ha dado un nuevo e interesante personaje con que soñar un futuro mejor (Santiago), y nos ha dejado multitud de imágenes para el recuerdo. Hemos visto de nuevo al trío “Riggins-Lyla-Jason” exprimiendo sus últimos vestigios de amistad por los áridos paisajes de México, una divertida rivalidad entre dos equipos obligados a convivir juntos tras un devastador tornado, o por supuesto cualquiera de las apariciones de la siempre espectacular Tyra Collette, que enamora a la cámara (y a mi también) en cada una de sus apariciones, con una interpretación dotada de una sincera y poderosa fragilidad. Aunque sin duda si hay algo que siempre nos dejará una satisfacción total en cualquiera de sus temporadas, esta siempre será el matrimonio formado por Tami y Eric Taylor. Su sólido núcleo familiar es la piedra angular que da sentido a la serie. La carismática personalidad de ambos la dotan de una profundidad y calidez emocional que acaban por convertir al conjunto en ese algo especial y diferente que siempre ha tenido. No es hasta que Eric regresa de nuevo con los Panthers de Dillon cuando “Friday” recupera su chispa. Las conversaciones sinceras y las miradas de complicidad del matrimonio Taylor siempre han sido una parte indispensable de su indudable grandeza.
¡Spoilers!
Desaciertos
En realidad no hemos disfrutado de una gran temporada de Friday Night Lights, ni mucho menos. Su irregularidad fue la tónica predominante, y sus vaivenes narrativos contribuyeron de manera notoria a un evidente desequilibrio que por suerte nunca llegó a desajustarse del todo. Sus primeros capítulos fueron bastante cansinos y perezosos. El calor del verano no le sentó nada bien a una historia acostumbrada a moverse a toda velocidad por situaciones más complejas y comprometidas. Esta solo nos acabó dejando unos cuantos desamores caprichosos y superficiales (de ida y vuelta) con los cuales entretenernos hasta que comenzase otra vez la nueva temporada deportiva. Además la serie se metía en camisas de once varas, con una nueva trama de asesinato, que para colmo desencadenaría en una de las relaciones amorosas (Tyra-Landry) más forzadas e imposibles que hemos vivido en esta larga travesía Tejana. Solo la maestría de siempre y el buen hacer de los guionistas consiguió finalmente que dicha relación no pareciera una autentica pantomima, e incluso llegado a un punto hasta pudimos disfrutar de la felicidad de un Landry que mucho me temo estará destinada al fracaso (o al menos eso parece argumentalmente hablando).
Esta temporada fue menos deportiva de lo habitual, y aunque no he echado de menos los partidos de fútbol, los cuales me resultaron casi siempre un poco auto indulgentes y previsibles, sí sus repercusiones narrativas. Con esta desacertada y casi seguro premeditada decisión, la serie acabó perdiendo un poco de identidad y frescura. Por otro lado, Matt Saracen (uno de mis personajes favoritos) fue reducido en esta ocasión a una simple y efímera relación amorosa, y William Smash también perdió protagonismo enjaulado en su propia vanidad, alimentado tan solo por una trama de tintes racistas que resultó quizás algo repetitiva. Para terminar con esta retahíla de desaciertos no podría dejar de lado a una Lyla Garrity más desajustada e insulsa que nunca. Los guionistas no supieron muy bien que hacer con su personaje, y no se les ocurrió otra cosa que dotarla con unas motivaciones cristianas de una lamentable y dudosa credibilidad.
Virtudes
Aunque después de lo escrito arriba parezca que no me haya gustado esta segunda temporada, en realidad no ha sido así. Friday Night Lights siempre se las ingenia para llegarte más adentro de lo que podrías esperar en un principio. De manera sutil y brillante logra llegar al corazón de sus personajes, consiguiendo que estos nos importen por muy banales y anodinas que nos parezcan sus vidas. Tim Riggins es un claro ejemplo de esto que digo. Por muy “niñato” y superficial que nos parezca su personaje, también podemos ver a un joven perdido y desorientado incapaz de resolver sus propias incógnitas existenciales. Aunque Matt Saracen apenas tenga peso en esta temporada, nos enamoramos con él, y sentimos su perdida como si fuera propia. Puede que en esta temporada no hayamos visto la mejor versión de Smash, pero su frustración final aunque podamos relativizarla desde nuestra lejana perspectiva, nos resulta tan trágica y dolorosa como él la experimenta, porque sus deseos rotos ya forman parte de nosotros mismos. Tampoco sé que le deparará el futuro a Jason Street y su futura paternidad, pero le deseo lo mejor de todo corazón, porque ya hemos vivido con él toda una vida quebrada de ilusiones perdidas.
Esta temporada también nos ha dado un nuevo e interesante personaje con que soñar un futuro mejor (Santiago), y nos ha dejado multitud de imágenes para el recuerdo. Hemos visto de nuevo al trío “Riggins-Lyla-Jason” exprimiendo sus últimos vestigios de amistad por los áridos paisajes de México, una divertida rivalidad entre dos equipos obligados a convivir juntos tras un devastador tornado, o por supuesto cualquiera de las apariciones de la siempre espectacular Tyra Collette, que enamora a la cámara (y a mi también) en cada una de sus apariciones, con una interpretación dotada de una sincera y poderosa fragilidad. Aunque sin duda si hay algo que siempre nos dejará una satisfacción total en cualquiera de sus temporadas, esta siempre será el matrimonio formado por Tami y Eric Taylor. Su sólido núcleo familiar es la piedra angular que da sentido a la serie. La carismática personalidad de ambos la dotan de una profundidad y calidez emocional que acaban por convertir al conjunto en ese algo especial y diferente que siempre ha tenido. No es hasta que Eric regresa de nuevo con los Panthers de Dillon cuando “Friday” recupera su chispa. Las conversaciones sinceras y las miradas de complicidad del matrimonio Taylor siempre han sido una parte indispensable de su indudable grandeza.
Yo siempre he admirado como esta serie obligada a dar un cambio de rumbo en algunos temas, logró hacerlo de una manera interesante y sin perder mucho el rumbo, pero gracias que en la tercera recuperó su pulso, y la cuarta está siendo toda una maravilla.
ResponderEliminarComo dice satrian la serie vuelve otra vez a brillar tras la 2ª. Comparto también que la 4ª está siendo muy muy buena.
ResponderEliminarPor cierto, he hecho los deberes (Rescue me) y no te pido la hoja de reclamaciones... me ha gustado bastante el piloto ;)
Satrian: Tengo ganas de ver como resuelve algunos temas, como el hecho de que varios personajes tengan que marcharse.
ResponderEliminarYorch: La primera sin entusiasmarme, me gustó bastante. Celebro que la serie vuelva a tener ese tono comprometido y envolvente.
Me alegro que te haya gustado el piloto. Cuando le cojas el punto a los personajes te gustara aun más. Ya veras lo cabrones y divertidos que pueden ser estos bomberos.
Saludos.
Creo que mucha gente en la blogosfera la está sobrevalorando demasiado. La primera temporada no está mal pero no pude con la segunda.
ResponderEliminarEsta temporada la afronté con mucho recelo y al principio, para mi sorpresa, vi que seguí manteniendo el nivel de la primera. De repente, la cosa empezó a irse por esos caminos tan previsibles y tan de serie teen, que se tradució en un bajón que hasta el 2x11 o así, no se recuperó. Menos mal que la tercera es de nuevo una maravilla.
ResponderEliminarMoltisanti: Para mí es una de esas series que no llega a apasionarme, pero de la que no puedo prescindir. Llevo un par de semanas sin los chicos de Dillon y ya se les echo de menos.
ResponderEliminar