Siempre que termino una temporada de una de mis series favoritas, me quedo con la misma sensación de plenitud y resquemor. Plenitud por haber asistido a un espectáculo de semejante categoría, y haber disfrutado de un acontecimiento tan enriquecedor. Y resquemor porque mis recuerdos y mi corazón se entrelazan con tal intensidad que mis dedos siempre se agarrotan en el momento en el que se acercan al teclado. Y es que estar a la altura de algo tan grandioso y complejo es siempre un reto difícil de superar. Solo espero no fracasar en el intento. Este cuarto encuentro con The Wire ha sido quizás más especial que otros, ya que pensaba (iluso yo) que tras una tercera temporada absolutamente maestra, la serie había encontrado su techo. Para mi sorpresa y satisfacción absoluta estaba equivocado. Cuanto más me acerco al final, más perspectiva tengo de toda su magnitud, y empiezo a comprobar que esta serie va mucho mas allá de un mero entretenimiento televisivo de calidad. Su complejidad y contenido es tan extenso y rico que acabará siendo un legado imperecedero, por los siglos de los siglos ¡Amén!.....
¡Cudadín, Spoilers!
Los dueños de los despachos de Baltimore.
Como muchos sabréis, cada sesión está enfocada en un determinado aspecto de la delincuencia de la ciudad de Baltimore. Esta vez le toca el turno a la raíz del problema (la educación) y a las posibles soluciones (la política). Esta última, como siempre es un arma de doble filo, ya que de manera minuciosa y precisa esta vez descubrimos que se pueden cortar con ella, tanto sus partes infectadas, como las personas que la esgrimen. En este caso un joven político demócrata llamado Thomas Carcetti, llega a la alcaldía con toda su (ingenua) ilusión y buena voluntad de cambiar las cosas, para pronto comprobar que las soluciones son mucho más complejas y costosas de lo que pensaba en un principio. Para llegar a sus utópicos fines tendrá que pagar precios y hacer concesiones para los que no estaba preparado, y cuyas múltiples repercusiones comprobaremos en un final tan apoteósico, crudo y sincero que nos encogerá el corazón y nos llenará el alma de sabiduría.
Los guardianes de las calles de Baltimore.
Ya centrándonos en nuestros protagonistas, y con el equipo de escuchas prácticamente desecho, esta temporada nos ha dejado a McNulty en un segundo plano, encontrándose a sí mismo para purgar sus pecados. Kima por su parte ha tenido que empezar prácticamente desde cero en la unidad de homicidios, demostrando ser una novata de lo más experta y eficaz, por mucho que le pese a algunos de sus jefes. Lester se pasa casi toda la temporada desmotivado, en un departamento donde poco o nada le dejan hacer. En su último tramo se convierte en una pieza clave de la trama demostrando todo su agudizado ingenio. El sargento Ellis Carver, descubre toda la amargura y frustración que supone estar tan cerca de la raíz del problema y no estar en posición de solucionar nada, mientras que el detective Herc, demuestra otra vez más su total inoperancia, a pesar de su buena voluntad y de contar siempre con la suerte de su parte. Al detective Bunk, le toca sacarle las castañas del fuego a un Omar en problemas, en una de las relaciones más tensas y a la vez honestas que ha dado la serie. Y por último el teniente Cedric Daniels se beneficia de varias jugadas políticas a tres bandas, que acabarán por otorgarle un papel primordial en la lucha contra la delincuencia, representando en esta ocasión (quizás más que nunca), toda esa honestidad y fe por la justicia que siempre ha tenido.
Los educadores de los chicos de Baltimore.
Tampoco podemos olvidarnos de dos de los personajes más importantes de la temporada. Por un lado tenemos al Ex comandante Colvin, al cual “retiraron” por intentar atajar el problema de las drogas con una solución de lo más arriesgada y polémica. En esta ocasión se convierte en el precursor de una clase especial para reorientar a los chicos más conflictivos, cuya iniciativa chocará una y otra vez con el mismísimo sistema educativo, el cual parece estar más interesado en estadísticas y concesiones que en la propia educación de sus alumnos. Otro que también experimenta en sus propias carnes las contradicciones de dicho sistema es Pryzbylewski. Expulsado del departamento de policía por un desgraciado tiroteo, ahora como profesor de instituto, tiene la difícil tarea de enseñar a unos adolescentes cuyas vidas parecen ser un callejón con una única salida, la de convertirse en delincuentes habituales. Por su parte, Dennis "Cutty" Wise, el reformado matón de Barksdale, intenta que su gimnasio sea otra opción más a la que recurrir para todos aquellos chavales que quieran alejarse de las calles.
Los chicos de las calles de Baltimore.
Aunque sin ningún lugar a dudas esta ha sido la temporada de los chicos de las calles de Baltimore. Gracias a este abanico de personajes de carne, hueso y corazón, hemos comprobado que la pobreza y la falta de oportunidades es la oscura madre de todo el problema. Duquan representa el esfuerzo y la lucha por labrarse un futuro diferente. Randy se verá arrastrado a un torbellino de sinceridad que lo llevará (irremediablemente) directo al ostracismo. Namond Brice se pasará toda la temporada luchando contra un destino impuesto por su mismísima madre. Donut es el jovencísimo ladrón de coches cuyas cartas ya estaban echadas desde siempre. Todos ellos se pasean por unas calles que huelen a desesperanza, y cuya música de sirenas y disparos es su banda sonora diaria. Pero si hay alguien que represente mejor que nadie la complejidad de sus vidas, este es Michael Lee. Joven inteligente, protector, y de buen corazón, acabará perdiendo su alma por el camino, (capítulo a capítulo) devorándose a sí mismo lentamente, y finalmente engullido por las endiabladas fauces de las calles de Baltimore. En definitiva una temporada alejada de las anteriores en cuanto a su estructura y trama principal, pero igual de estimulante que siempre, con ese “crescendo” tan característico, que en su último capítulo pone a todas estas piezas en la posición ideal para poder darnos una última temporada de auténtico escándalo.
Ayy... Cada vez que leo un post sobre The Wire me entran la nostalgia y las ganas de volver a verla entera. Sin duda que es una de las mejores series realizadas, y esta temporada una de sus más especiales y completas.
ResponderEliminarYa estoy ansioso de ver la nueva serie de David Simon que estrena el año que viene en HBO.
A mi casi es la temporada que más me gustó, con toda la trama educativa, pero todas las temporadas son maravillosas.
ResponderEliminarNo se si sera buena o no, pero aburre un monton. no tiene ritmo ninguno. CSI es la mejor serie de policias.
ResponderEliminarLittle Johan: Lo nuevo de Simon entre mis preferencias. Si no la has visto te recomiendo la mini serie que hicieron el año pasado, Generation Kill. Otra joyita para abrir boca.
ResponderEliminarSatrian: Cuanto más me acerco al final más impresionante me parece la serie. Esta temporada tiene un final auténticamente demoledor.
Anónimo: Es una pena que no disfrutases con semejante maravilla. Solo puedo decirte que te pierdes algo único.
Saludos a todos.
Anonimo: Es que The Wire te parece aburrida hasta que no ves el capítulo 8 o 9 de la primera temporada en el que te trastorna tus ideas iniciales y te engancha de una manera brutal.
ResponderEliminarCSI- Puede que sea la mejor serie de policias, pero en The Wire la policia solo es el nexo de union entre las diferentes temporadas que nos cuentan una histoira sobre la ciudad de Baltimore.
Es que the wire no es precisamente un show de policias. Si buscas diversión claro que CSI complace esas espectativas, pero con un componente de ficción muy marcado. Con personajes sacados de catalogo de barbie y frases clichés y miradas con ojos a medio cerrar. El realismo de the wire es lo que hace a la serie una obra maestra, finalmente la realidad supera la ficción
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