martes, 27 de julio de 2010

Esa extraña obra maestra que es la tercera temporada de Breaking Bad.

Extasiado, deslumbrado, embriagado, petrificado, fascinado, y muchos más adjetivos como estos me vienen a la cabeza, para describir como me ha dejado esa extraña obra maestra que es la tercera temporada de Breaking Bad. Las vacaciones me dejaron a tan solo tres episodios de saborear el final, y cuando por fin pude hacerlo descubrí que lo mejor estaba aún por llegar en una temporada que ya rozaba la perfección absoluta cuando la dejé rumbo a Croacia (mi último episodio visto fue esa maravilla llamada “Fly”). Pero empecemos por el principio. La primera temporada fue un estupendo tablero donde encajar las primeras piezas, hermosas y defectuosas, en el marco incomparable de una historia que ya desde sus inicios resultaba ser lo suficientemente arrebatadora como para intuir que llegaría mucho más lejos de lo que aparentemente estábamos viendo en ese momento. La segunda temporada fue la de la confirmación como producto de grandísima calidad, con algunos episodios que ya lograban alcanzar lo más alto del ranking de capítulos maestros de cualquier serie habida y por haber. Esta tercera supera cualquier expectativa o comparativa previa, con 13 joyas exquisitamente bien diseñadas en forma de episodios, que juntas forman una de las mejores temporadas que jamás haya visto. ¡Sí!, ¡lo confieso!, ¡soy serieadicto, y estoy orgulloso de serlo! Hoy en día la mejor droga de la ciudad la trae un tal Vince Guilligam y se llama Breaking Bad. Entrad en mi guarida y pasemos juntos el mono hasta que podamos disfrutar de nuestras próximas dosis…….

¡Libre de Spoilers! Esta vez no me extenderé en exceso en relataros todas las virtudes de la que para un servidor ha sido la mejor temporada del año (Si me atrevo a mojarme diría que ésta ha estado un mini punto por encima de la cuarta de Dexter, y ya es decir). En esta ocasión siento que todo lo que pueda expresar sobre ella se quedará inevitablemente corto ante el contundente poderío que ha demostrado tener la serie en estos últimos trece episodios. Solo os diré que a las interpretaciones de sus protagonistas, que siempre han sido espectaculares, ahora se le han sumado en esa perfección el resto de secundarios, encabezados por un Dean Norris (Hank Schrader) cuyo personaje ha sido toda una revelación, regalándonos muchos de los mejores momentos de la temporada. “One Minute”, ese espectacular séptimo episodio cuyo final marca un nuevo punto de inflexión en la serie es buena prueba de ello. En cuanto al resto, todos y cada uno de ellos nos han dejado en alguna que otra escena con la boca abierta debido a la gran calidad de sus interpretaciones y diálogos. Sin duda un diez sobre diez para todo el elenco actoral de la serie.
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Como ya he dicho en la entradilla de este post, en la segunda temporada ya hay muchos episodios que se pueden catalogar de maestros, en esta tercera todos y cada uno de ellos merecen llevar ese calificativo. Ya sea por sus maravillosos opening donde la narración siempre se desdobla de sí misma para ofrecernos un nuevo punto de vista sobre algún aspecto en concreto de la serie, o por sus impactantes finales cuyo exquisito corte siempre deja una amarga sensación de bienestar, todas estas virtudes quedan relegadas a un segundo plano cuando entramos de lleno en la historia de esas dos almas quebradizas que son Walter y Jesse. La inteligencia y la ambición del primero impulsan al argumento hacia los lugares más oscuros del alma humana, siempre al límite de la moralidad y la ética, cruzando la línea con justificaciones propias de alguien que ha perdido contacto consigo mismo. Por el contrario Jesse Pinckman siempre tiene buenas y variadas razones de peso para cagarla una y otra vez, haciendo constantemente añicos el argumento en mil pedazos. Unos trozos que Walter se encarga de recomponer con su audacia por unas razones que aunque no entendamos del todo siempre nos vuelven a fascinar por muy imprecisas e inconexas que estas sean.

¿Por qué me ha gustado tanto esta última temporada? Quizá sea porque algunos de sus diálogos y personajes, especialmente muchos de sus monólogos y asesinos me recuerden a lo mejor de Tarantino. Tal vez porque ese ambiente árido, desasosegante, desértico y melancólico pareciera sacado directamente de la paleta de colores de un tal Alejandro González Iñarritu. O posiblemente sea porque cada escena familiar que veo en pantalla me recuerde a la precisión e intensidad con que suele desmenuzarlas otro de mis directores favoritos, en este caso Sam Mendes. Sea por todo ello o simplemente por una cuestión de genialidad difícilmente definible, Breaking Bad ha alcanzado la mayoría de edad con el estatus de obra maestra. Ya nada (por suerte) volverá a ser igual para sus maravillosos personajes ni para nosotros sus privilegiados espectadores.

6 comentarios:

  1. Pedazo de temporada. Lo dificil sera que la proxima este a la misma altura. Los des asesinos casi gemelos son muy Tarantino. Me ponen los pelos de punta.

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  2. Carlos: cufiemos en la calidad de los guionistas. Por lo visto Guilligam ha dicho que no quiere hacer más de cinco temporadas así que supongo que estará bien estructurada. Cada nuevo personaje está magníficamente bien desarrollado. Me quedo con Gale.

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  3. ¡Qué gusto seguir leyendo sobre Breaking Bad!

    Yo no supuse que la tercera iba a llegar tan alto, pero desde la fantasmagórica escena inicial, había ese "minipunto" de genialidad que ha sobrevolado toda la temporada. Y estoy contigo en que es una de las mejores temporadas que he visto nunca. No deja respiro, sorprende constantemente, te hace pasarlo mal, te lleva al límite... ¡y siempre hay un plan B, una salida!

    Fíjate en la de cuestiones interesantes que aún le quedan por desarrollar al argumento: Hank vuelve al ruedo, el hijo aún no lo sabe, la inmersión de Skyler en los negocios sucios, el "humanismo" de Saul... uff. Y, claro, las consecuencias de la devastadora escena final. ¿Cuál es el techo de esta serie?

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  4. Nahúm: La manera en que salen en esta ocasión del callejón sin salida (ese plan B del que hablas) es mucho más ingenioso que en otras temporadas. El final de la segunda me chirrió tanto como me fascino después de meditarlo. Como dices todas las cuestiones del argumento que quedan por desarrollar tienen mucha carnaza, pero estoy seguro que se sacaran una nueva carta de la manga para sorprendernos con la inteligencia de siempre.

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  5. Breaking Bad es de las series más intensas que he visto jamás. Watanabe describes tan bien las sensaciones que produce que poco me queda a mi por decir, solo que si alguien no se ha animado aún a verla que lo haga porque es una joya.

    La tercera temporada es genial en todos los sentidos, y me gustó especialmente ese capitulo en el que intentan cazar una mosca que se cuela en el laboratorio, es una obra maestra.

    Por cierto el primer capítulo de la tercera temporada lo dirigió el propio Bryan Cranston, y el primero de la segunda también.

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  6. Nymeria: Gracias por el aporte de Bryan Cranston como director de esos episodios. Uno de los grandes secretos de la serie es precisamente la gran dirección que tienen todos sus capítulos. Especialmente “Fly” es uno de los mejor filmados que he visto nunca en TV.

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