Esa divertida y extraña melancolía.

Hace unas semanas, publiqué un Ranking con los que consideraba en mi humilde opinión los mejores pilotos de la televisión que había visto hasta ese momento. Tan sólo unos días después tuve que recomponer mentalmente dicha lista, tras el impacto que me supuso ver el magnífico arranque de una serie provocativa y revolucionaria como fue en su día OZ. Pues bien, no hace mucho tuve de nuevo la gran suerte de disfrutar de otro de esos arranques de serie, fascinantes y cautivadores que te hacen soñar con el principio de algo grandioso. Una de esas premiere que te dejan con tan buen sabor de boca que durante los siguientes días no haces más que saborear cada imagen en tu memoria, proyectando una y mil veces sus escenas hasta tal punto que casi pareciera que hubieran salido de tu propia imaginación. El piloto del que estoy hablando no es otro que el perteneciente a la serie Tan muertos como yo(Dead like me)......

La muerte siempre es un tema muy atractivo a la hora de presentar una serie. Tras esa maravillosa obra maestra que es A dos metros bajo tierra, el universo catódico a girado al son de ese inquietante argumento con mejores y peores resultados. Muchas de las series que vemos hoy en día son visitadas por algún que otro espíritu. Les hemos visto arrastrándose con oscuras intenciones por pasillos, casas abandonadas, islas perdidas o misteriosos hospitales. Otras veces ha sido ese simpático personaje que aconseja al protagonista a tomar alguna que otra decisión importante. Y en otras ocasiones ha sido utilizado simplemente como recurso narrativo haciendo acto de presencia solo como una voz que ayuda a contar mejor una determinada historia. Pero si hay alguien que ha sabido navegar con maestría y saber hacer por las azarosas aguas de la muerte entre la comedia y el drama ese ha sido sin duda Bryan Fuller. Ya sea un pastelero con el don de revivir a los muertos en Pushing Daisies, o el épico final de varios de los personajes de uno de sus últimos guiones firmados para Héroes (Cold Snap), Fuller es sin duda uno de los creadores que mejor partido ha sabido sacar a este inquietante tema, afrontándolo siempre con gran aplomo, y un sentido del humor de lo más inusual y sarcástico.

El piloto de Tan Muertos Como Yo, es otro cuento fantástico y colorista pero esta vez bañado con una fina capa de amargura que lo convierte en algo delicioso y a la vez desesperadamente trágico. La muerte de Georgia, su protagonista, aplastada por la tapa de WC perdida de una estación espacial, es un original y divertido arranque que solo sirve como excusa para endulzarnos sus verdaderas intenciones, que no son otras que contarnos la pérdida de un ser querido y sus devastadoras consecuencias. Tras su fallecimiento su familia se convierte en un espejo roto que solo refleja tristeza a una historia llena de humor, fantasía y originalidad marcas de la casa. Las armas utilizadas son las mismas de siempre, diálogos con mucha chispa e inteligencia, un montaje dinámico y ágil, una banda sonora inquietante pero lúcida, y un “como siempre” desbordante poderío visual-En esta ocasión se les une algo que no se puede palpar con la vista, ni cuantificar con los sentidos, esta vez es algo que solo se puede oír con el corazón, y no es otra cosa que esa divertida y extraña melancolía que solo algunos capítulos de algunas series son capaces de darnos de tanto en cuanto.

Así comienza Tan muertos como yo: Demos un paseo. Me llamo Georgia Lass, tengo 18 años y estoy en algún lugar por ahí abajo. Les voy a contar una historia, no la mía que se la contaré más tarde. Esta es otra Historia, ¡listos!. Era se una vez, o para ser más exactos hace una eternidad que dios, escrito con “d” minúscula, se puso manos a la obra con la creación, como sabe todo el mundo, y le entrego una vasija de barro al sapo diciendo: “No la rompas porque contiene la muerte”